lunes, 11 de agosto de 2008

San Fernando, venga-nos tu voluntad

El tema de la seguridad pública está a la orden del día. En la ciudad de México el tema ganó presencia mediática por el caso New's Divine pero ha detonado (hasta llegar a nivel nacional) con el reciente secuestro y asesinato de Fernando Martí, hijo del fundador de las tiendas Martí, Alejandro Martí.

Numerosas voces claman por el establecimiento de la cadena perpetua e incluso la pena de muerte en México, prohibidas por la Constitución. Estos hechos han tenido como consecuencia el que se debata públicamente sobre la posibilidad de implementar alguna de estas condenas.

El lado políticamente incorrecto
Primero hay que señalar, pese a lo políticamente incorrecto que parezca, que tuvo que ser víctima el hijo de una persona con suficiente poder para que el tema haya saltado a la escena nacional. León Krauze, conductor del programa Hoy por hoy noticias de la noche, vindica que tales señalamientos incitan a una lucha de clases mientras Sergio Sarmiento señala que la violencia hace víctimas a todos los estratos de la sociedad.

Es cierto, de una u otra forma la violencia y criminalidad alcanza a (casi) todos los estratos de la sociedad pero como bien él señaló ("Ayúdanos Fernando" en el Reforma del 7 de agosto) el caso de María de Jesús Delgadillo no se supo sino a través de su columna mientras el de Fernando Martí alzcanzó cobertura en todos los medios nacionales.

El secuestro y asesinato de Fernando Martí no fue el primero y, desafortunadamente, no será el último. Tampoco será el primero o el último en el que miembros de cuerpos policiacos tengan participación o en el que la víctima sea menor de edad. Pero

No pretendo restarle importancia al secuestro y asesinato de Fernando Martí, pero creo pone en evidencia parte del problema.

De secuestrador a asesino
El caso Martí levantó las voces de los que creen que a mayores penas, cadena perpetua e incluso la pena de muerte, la inseguridad disminuirá.

Nada parece indicar que una cosa siga de la otra. El problema de la inseguridad es un tanto más complejo.

A nadie le extraña que quien tiene más dinero (y por tanto puede pagar un mejor abogado) suele enfrentar procesos más cortos, logrando usualmente la libertad y, en caso contrario, disfruta de mejores condiciones que otros reos.

Al contrario, los pobres sufren malos abogados y un proceso en desventaja. Todos lo sabemos: los reclusorios se encuentran llenos de pobres, donde las desventajas de ser pobre se siguen viviendo.

Recientemente el secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño afirmó que cerca de noventa mil presos están sin sentencia. Noventa mil personas de quienes no sabemos sin son inocentes o culpables pero que ya purgan una pena. ¿Cuántos de esos son pobres?

En los hechos el Estado es un secuestrador. Aquellos que resulten inocentes serán liberados sin más: ni una disculpa y menos una reparación por el tiempo que pasarón injustamente en prisión.

¿Cuántos de los que están presos, ya inocentes, ya por delitos menores, saldrán preparados para las grandes ligas del crimen?

¿Ese sistema de justicia será quién aplique la pena de muerte?

Algo similar ocurre con las víctimas de la inseguridad. Cínicamente Alfredo Harp Helú cuenta que Alejandro Martí "se hincó ante las autoridades, pidió auxilio a la policía, visitó las oficinas de los procuradores". ¿Cuántas víctimas de la inseguridad pueden visitar las oficinas de los procuradores?

Conclusiones
Nuestro sistema de justicia castiga la pobreza y premia la riqueza. Hasta que eso no cambie y hasta que la corrupción deje de medrar en él, de poco servirán los paliativos para disminuir la inseguridad en el país.

1 comentario:

Yagunzhe dijo...

Pucha, che, qué bien escribes... En un principio creí que eran copy-paste de algún otro lado, pero después de leer uno de tus artículos en Anodis me quedé bastante sorprendido. Sin embargo, y éste artículo es un buen ejemplo de ello, tienes un estilo muy periodístico, en el sentido que prefieres que las palabras impacten, en lugar de que sean precisas.

Por ejemplo, concluyes que si el sistema de justicia fuera más equitativo con los pobres habría menos inseguridad, sin embargo, no estableces ningún tipo de nexo entre el funcionamiento del sistema de justicia con la inseguridad, ni entre inseguridad y pobreza. Por ello, al final de tu artículo uno se queda con la idea de que los pobres son los que ocasionan la inseguridad. Pero tu artículo argumentó más por el lado de cómo las élites tienen un trato preferencial una vez que entran al sistema de justicia (sin tocar el punto de que en realidad disfrutan de niveles de impunidad sorprendentes), que entre el nexo entre inseguridad y pobreza.

Quizás entendí mal, pero bueno, sólo es un comentario.

Saludos

En fin, sólo un comentario.